Expectativas del 2021 en Ecuador
Despedir y dejar a tras un año tan fatídico e
inesperado como lo fue el 2020, se lo puede calificar como verdaderamente
complicado, es un año que fue tocado por el virus del Covid-19 y marcado por la
pérdida de millones de vidas humanas a nivel mundial, un golpe que viene de la
mano con una grave crisis económica y social a las que aun nos resistimos, pero
el comienzo de uno nuevo incentiva inevitablemente nuestro optimismo y más aún
con lo que ya hemos enfrentado.
Las expectativas son bastantes inciertas y pasajeras,
pues nadie excepto el gobierno se atreve a decir que los 12 meses venideros serán
fructíferos, pero si crea un estado de optimismo en la sociedad con el comienzo
de la aplicación de las vacunas en contra del virus, pero sin el anhelo de
romper expectativas idealizamos mucho una realidad que kilómetros sobre sale,
extrañamente esperamos demasiado del año que comienza, pues empezamos a dejar
de ser conscientes que la amenaza aun camina y convive con nosotros, y que el número
de vacunas tal vez no nos abastezca para todos, además de un claro futuro con recesión
económica y un predecible desequilibrio político.
Los países desarrollados pueden llegar a inmunizar una
gran parte de su población en el trascurso de este nuevo año, pero ¿los otros países
saqueados seremos condenamos o salvados? La realidad pinta de color negro pues
nuestro gobierno estará verdaderamente lejos de las posibilidades de conceder
vacunas para un alto porcentaje de habitantes.
Además,
hablando de los futuros inciertos se desconoce el tiempo de protección que nos
brindará la vacuna, así que las expectativas no son tan alentadoras porque la vacuna
no garantiza la desaparición de virus y eso ignorando las nuevas cepas, como
las que se detectaron ya en Gran Bretaña y se han esparcido en otras naciones
como la nuestra.
La recesión económica también nubla las expectativas,
pues seguirán diciendo presente las consecuencias de las pérdidas de empleo, el
crecimiento de los porcentajes de pobreza, el quebranto de la educación y
salud, sin obviar las consecuencias sociales que acarrea todo lo dicho y vivido.
En América Latina la contracción será de un 8%, condenándola
a la inclusión de 40 millones de personas a la pobreza, dejando descubierta
entre grietas la fuerte y cruda desigualdad, además de la incontrolada corrupción
presente en nuestras sociedades latinas.
Estas acciones han construido un casco de desconfianza
y escepticismo en nuestra sociedad, la cual desenmarañan un riesgo claro de
desequilibrio político, pues las elecciones de febrero se ven influenciadas, ya
que todos los candidatos ofrecen crear puestos de trabajos y reactivar la
producción, falacias que decidirán el futuro del país por los consiguientes
tres años.
Pero a pesar de nuestro nuevo contexto, si será un
mejor año dentro de los alcances de nuestra nueva realidad, con un optimismo presente
que nace del corazón, no olvidemos elegir con responsabilidad el nuevo gobierno
que tomará las riendas del país, ya no creamos en los mismo de siempre y más
ahora que necesitamos un cambio, con avances claros y certeros que marquen por
lo menos una salida lejana de las crisis en las que nos ha sumergido aún más la
pandemia.
Escrito por Dayanna Gallardo Espín

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